viernes, 12 de diciembre de 2008

Acto cuarto


Me llueven mundos por doquier.

La vida comienza a circular por

su propia existencia, eso la hace sublime,

tímidamente cierta(a veces no queremos creer lo que nos hace)

pues nos encomendamos a ella, cada vez que nos sentimos mal.
Si no hay iluminaciones que la transformen,

surge la figura de la ninfa que nos guía a través de ella;

la verdad lastima a los fuertes,

los débiles sentimos que no hay más verdad que en nuestros espíritus,

y por lo tanto sólo nos brinda placer el sentirnos vulnerables ante lo verdadero.
El sentido común adula diversas imágenes,

yo sólo tu mirada ida, extraordinaria,

violentamente inolvidable para la ceguera que me provoca pensar en ti.

1 comentario:

porra dijo...

nuevamente el poeta que nunca va a dejar de amar y odiar al amor nos deslumbra..