lunes, 8 de diciembre de 2008

Acto segundo


Según tus ojos, podría sumergirme en su infinidad.

¡Que momento!

Cuanta emoción el hecho de poder

descansar un segundo breve en ellos.
Puedes leer según tu corazón.

Decirte mírame, es pronunciar

un olvídame inherente a mi insomnio.

Centenares de inquietudes sobrevuelan mi conmoción,

tu mente sesgada por adormideras no hizo lugar para mi bohemia.
Tuve que silenciar millares de sentimientos, no quería lastima,

no era magnificente, debía ocurrir algo entre nosotros.

Y cuando atravesé las latitudes del infierno celestial,

llegaste a mí hecha caudal de inspiraciones.

Tuve que internarme en desiertos, fosas, en ciudades imaginarias

pobladas de pequeños diablillos.
No correspondiste a mis ruegos,

te bauticé mi amada, mi deidad, mi todo.

A veces lo hacia bien,

en otras oportunidades hacías caso omiso

de quien te amaba con amor y más amor.
Entonces me tocó morir por enésima vez;

ya lo había hecho antes.

Me dejaste grabadas sobre el epitafio,

las ganas de perecer de ti,

de desangrarme con tal de oír tu suspiro hablarme.

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