
El nacimiento.
El calor de un vientre que no deseé jamás ocupar.
Procuré no nacer, sin entender que era la muerte.
Jugaba en recovecos que aún laten en mis retinas,
Jugaba en recovecos que aún laten en mis retinas,
sin embargo, jamás me sentí vivo,
sino cuando me toco saber que iría a morir.
Tal vez necesitaba volver a nacer,
siempre lo sentí de ese modo,
era muy difícil retomar el camino de la ternura
y como iba a hacerlo si cuando apenas nací: lloré,
padecí el cariño distante, la soledad,
el apremio del tiempo que comenzaba a correr,
para ya no detenerse nunca más.
El exterior se me representaba sumamente extraño.
El exterior se me representaba sumamente extraño.
No había vivido una vida semejante,
quizás era demasiado inminente
la llegada de un final que hasta el momento,
solo suponía.
Desde ese instante y para siempre,
Desde ese instante y para siempre,
me dedicaría a volverme loco.
Entre el paso del tiempo
y las habladurías de los innatos a él,
fueron modelándome hasta matarme.
Pero solo querría morir por mi propia voluntad,
Pero solo querría morir por mi propia voluntad,
y así lo hice.
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